18/7/11

MADRE

Como la luna en las noches del invierno,
asomando entre nubes sus colores,
declinando lentamente su brillo y su energía,
al caer la tarde de julio, nos dejaste.

Como una pequeña hoja de otoño
mecida de sur a norte por el viento,
tu frágil pistilo se trizó sin ruidos
y se esfumó tu alma cual rocío.

Como una débil llama en la tormenta
cuando se apaga su calor pequeño,
como chispa que emerge en las escarchas
tus pupilas se extinguieron entre sueños.

Como las hojas del viejo calendario
se marcharon los días, los meses y los años.
Entre delirios y suspiros en un segundo te marchaste,
y no viste nuestras manos enlazadas en tu lecho.

¡Ay, que pena madre!

Sería inútil buscarte en las calles de la aldea
tampoco estarás junto a las flores del jardín, 
ya no amasan tus manos el pan dulce,
ni tus dedos salpican el agua de la artesa.

Aunque vinieras esta tarde hacia mi hogar
y tu imagen se sentara a nuestra mesa,
no mitigarías en cada vida nuestra
esta inmensa ausencia que has dejado.

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